sábado, 30 de mayo de 2009

Parte C: Otra cuenta más para el rosario, Mónica Paola Ojeda


Mónica Paola Ojeda quedó ciega y manca el 21 de febrero de 2003, tras la explosión de una mina cuando volvía del colegio… “Papá voy a orinar”, gritó antes de salirse del camino… La deflagración la hizo volar por los aires… “Trataba de abrir los ojos, pero me ardían; es como si se me hubiesen llenado de tierra”, recuerda la niña…

Su cuerpecito de ocho años quedó inundado de esquirlas… Cuatro años después de la explosión, diminutos trozos de metal aún se le desprendían de su cara cuando se rascaba…

Luego del accidente ella pasó a vivir en el Hogar “Jesús de Nazareth”, en Bucaramanga, en su Colombia natal… Al principio Mónica no levantaba la cara de la cama porque no quería que la viesen en ese estado… Más tarde comenzó a asistir a clases de braille con un profesor particular, y posteriormente reanudó sus estudios de primaria en un colegio cercano…

¿Quién puso ese explosivo en ese lugar, o quien fue que lo abandonó allí?… ¿Fue tal vez la guerrilla colombiana, o fueron los paramilitares, o fueron los integrantes del ejército regular colombiano?… En realidad poco importa quien es el responsable directo del accidente de Mónica Paola… Sin duda los bandos enfrentados tienen responsabilidad en este asunto, y en buena medida también son culpables las altas esferas de la diplomacia internacional…

El “Tratado de Ottawa” materializa un acuerdo internacional en relación a la prohibición de fabricación y de uso de minas terrestres, y formalmente el mismo entró en vigencia el 1 de marzo de 1999… En la actualidad este documento ya ha sido firmado y ratificado por más de 140 países, aunque no han otorgado aún su apoyo una serie de importantes o de conflictivas naciones, entre ellas Estados Unidos de América, Rusia, China, India, Corea del Norte, Corea del Sur, Irán, Irak, Cuba, y Vietnam… De esta lista de no firmantes, los tres primeros son los principales productores mundiales de minas antipersonales, así como potencias con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), lo que evidentemente resta efectividad e introduce mucha incertidumbre a la aplicación este convenio internacional… Y mientras tanto siguen las conversaciones a nivel diplomático, miles de personas pasan anualmente a formar parte de un impresionante ejército de mutilados…

La “Convención sobre la Prohibición del Empleo, Almacenamiento, Producción y Transferencia de Minas Antipersonal, y sobre su Destrucción”, más conocida como “Convención de Ottawa”, fue redactada en su versión final e inicialmente acordada en esa ciudad canadiense el 18 de septiembre de 1997… El texto completo de este documento puede ser consultado en el sitio virtual cuya dirección se indica seguidamente:
http://www.cinu.org.mx/temas/asun_hum/conv_ottawa.htm

El impacto humanitario y social de las minas de superficie es más profundo y devastador que los efectos de cualquier otro armamento o peligro derivado de un conflicto bélico, pues estos artefactos no sólo cercenan vidas, y no sólo generan mutilados; también impiden el libre acceso de los campesinos a sus tierras, de las mujeres a los pozos de agua, y de los niños al colegio… Como consecuencia de esto, extensas tierras fértiles quedan sin cultivar, y muchas familias pobres ven mermados sus ingresos y sus posibilidades…

Cada año las minas antipersonales provocan entre 15.000 y 20.000 nuevas víctimas, y en muchísimos casos los afectados son civiles no combatientes… Estas traicioneras armas han sido utilizadas en distintos conflictos bélicos en Angola, Afganistán, Bosnia, Camboya, Colombia, Egipto, Guatemala, Kosovo, Mozambique, Sudán, Sahara Occidental, entre otros… Unos 300.000 supervivientes sufren hoy día algún tipo de mutilación o de minusvalía por esta causa… Lamentablemente los firmantes del “Tratado de Ottawa” han dedicado una cantidad netamente insuficiente para el financiamiento de la atención y rehabilitación de las víctimas de las minas antipersona… Y fundamentalmente los mandatarios de las naciones que en algún momento fabricaron o utilizaron esas cosas, en su mayoría siguen volteando indiferentes la cabeza como diciendo: No es nuestra culpa, no es nuestra responsabilidad, no nos sentimos obligados en relación a esta cuestión…

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